sábado, 15 de octubre de 2011

Lágrimas de una guitarra

Llevaban una media hora dentro del coche hablando, envueltos en las notas de la cuidada selección de baladas de rock que él había seleccionado cuidadosamente. Ella lo considero un gesto cuando menos simpático pero del todo innecesario. A ella le bastaba con mirarle a los ojos, esos precioso ojos color caramelo que la ensimismaban, con oír su calida voz y con la sensación que sentía al notar sus poderosos brazos al sujetarla.

Pero de repente algo capto su atención y le obligo a desviar su mirada hacia el reproductor de cd como si al mirarlo pudiera ver la música.

-¿Qué canción es? Me encanta.

- “Still Got the Blues”. De Gary Moore.

- Es increíble.

-¿Verdad que ? Es mi balada favorita. Hay otras muy buenas como “Wind of Change” de Scorpions ó “Starway to Heaven” de Led Zeppelin y algunas otras, pero esta es la que más me gusta. ¿Y sabes porque? Por que es el único que hace llorar a la guitarra. Escucha el solo final, dos de los mejores minutos de la historia del Blues, a menos en mi opinión.

Ella se quedo escuchando el final de la canción y era cierto, cada nota era una lagrima derramada por esa guitarra que emitía ese sonido tan embriagador. Entonces ocurrió, por fin, el se acerco lentamente a ella y le beso, un beso largo, el que tanto había soñado ella, envueltos en las lagrimas de una guitarra.

Aquel sería su primer beso, el mejor momento de su vida, recordaba ella ahora, tantos años después. Y como se sintió esa noche con él mientras hacían el amor tan apasionadamente como dos personas pueden hacerlo. Era tan cariñoso, tan atento, tan generoso, tan fuerte…

Por eso allí tumbada la costaba tanto recordar cuando todo cambio. Los besos por insultos, las caricias por golpes, la ternura por agresiones y su vida por un infierno. Allí en la camilla de aquella ambulancia donde el cuerpo ya no le respondía y solo podía oír las voces de los sanitarios intentando reanimarla.

Sabía que era inútil, de hecho si su cuerpo respondiera, o si tan solo pudiera hablar les diría que pararan, que ya no podían hacer nada, que esta paliza ya era definitiva y que el hombre que había jurado protegerla y amarla ya lo había conseguido, ya la había matado.

Y allí, en su ultimo lecho, recordó la canción y sonrío para si misma, había algo que él no pudo arrebatarle y era el poder irse de este mundo entre las notas mágicas del gran Gary Moore.

Y morirse envuelta en las lágrimas de una guitarra.