viernes, 23 de septiembre de 2011

Estrellas

Ese debía ser mi bautismo de fuego. Llevaba toda mi vida preparándome para ese momento, incluso llego a convertirse en una obsesión, pero el momento había llegado. Al fin.

Además el objetivo era importante, no tanto por su posición o por el beneficio que mis jefes, permítanme que no revele quienes eran, iban a obtener, sino por una cuestión de reputación.

Se trataba de una chica que había trabajado en uno de nuestros clubes y escapo hará unos cinco años embaucando a un idiota, estaba loco por ella. La orden fue tajante desde arriba, cogerles y matarles. Además debía hacerse público, lo quiere decir que los cuerpos debían aparecer. Así nadie volvería a intentarlo.

A él le cogimos apenas día y medio después cuando salía de su propia casa. Fue muy fácil, teníamos su matrícula, y si tienen ustedes en cuenta que parte de nuestro negocio era localizar coches de lujo por si surgía una oferta saber donde encontrarles, imagínense lo que pudo costarnos. La verdad es que el pobre estaba destrozado cuando dimos con él, recuerdo que nos dijo que ya todo le daba igual, que ella se había ido y que ya no podíamos hacerle mas daño. Dejémoslo en que estaba muy equivocado.

A ella en cambio parecía que la tierra se le hubiera tragado, pues no hubo forma de encontrarla por más que movilizamos a toda nuestra gente, policía incluida, pero todo fue inútil.

Hasta hace unos días.

-Recuerdas a Irina la que escapo del "Venus"-me dijo mi capitán (así llamábamos a nuestros jefes directos).

-Si, claro- respondí.

-Toma, la hemos encontrado, esta es su dirección, ahora se hace llamar Anna. Te hemos conseguido un coche, le hemos cambiado las placas y el número de bastidor. Toma también esta pipa, está limpia. Recuerda que debe ser público, deja a la chica en el coche con la pipa, no podrán encontrar nada. Recuerda, eso si, limpiar bien todas las huellas. Si lo haces bien tendrás estrellas. ¿Podrás hacerlo?

-Dalo por hecho, puedes confiar en mí.-dije muy seguro

-Mas te vale o serás tu quien ocupe su lugar-dijo mi capitán dándose la vuelta y saliendo de la habitación.

Estrellas. Llevar estrellas tatuadas en los hombros. Ser uno de ellos por derecho. No tener nunca más que bajar la cabeza ante nadie. En una palabra, tener su respeto. Mi sueño desde niño, el objetivo de toda mi vida.

Llegue de madrugada a su casa y decidí esperar, no había dormido en toda la noche pero me dio igual. Estrellas. Desde que mi capitán pronunciará aquellas palabras yo había entrado en un estado de excitación permanente, así que no había peligro de quedarme dormido.

Irina. Mientras conducía hacia su casa empecé a recordar algo de ella. Le había dicho a mi capitán que sí la recordaba y no era del todo cierto. Claro que recordaba el asunto pero en cambio no recordaba bien como era, al menos no en ese momento.La recordaba alta y muy rubia y estaba seguro de poder reconocerla pero no hubiera podido describirla, ustedes ya me entienden. Lo que si recordaba es que una vez me acoste con ella; algo que por otro lado era habitual, los jefes las usaban para recompensar a la los hombres que lo merecíamos por algún trabajo, eso si no podíamos pegarlas ni marcarlas, pues si no no podrían trabajar. A mi eso era algo que no me importaba, no son esa clase de juegos los que me van, pero sí a algunos de los chicos que llegaban a rehusar los servicios por no ser capaces de contenerse.

Amaneció pronto y empecé a impacientarme, tocaba la culata de la pistola, una beretta 9mm con silenciador, para sentirme más seguro, mientras tarareaba las canciones que sonaban en la radio.

De pronto vi movimiento en la casa, el corazón empezó a latir con tanta fuerza que temí que pudiera salírseme, respire hondo varias veces y logre tranquilizarme un poco. Salí del coche y me fui acercando a la casa mientras no dejaba decirme "tranquilo, respira". La verdad es que no sabia muy bien como hacerlo, pero pensé que seria mejor actuar sobre la marcha.

-Sabia que algún día pasaría-me dijo ella nada mas abrir la puerta. Y les juro que lo dijo tan serena que me quede sin saber que hacer.

-¿Sabes quien soy?-pregunte mas que nada por decir algo, pues ya sabia la respuesta.

-Si me acuerdo de ti, siempre fuiste bueno conmigo-respondió.

¡Que huevos tiene!, pensé. Se queda hay como si esto no fuera con ella y encima me dice que fui bueno con ella. Ya hay que tener huevos.

Saque la pistola y la encañone.-Entra en la casa-dije.

-¿No me vas a dar una oportunidad? Te prometo que esta vez desapareceré para siempre, nadie se enterara.

-Me temo que no es posible-la aclare-deben encontrar tu cuerpo.

-Entiendo, como hicisteis con Rafael.

-Si, algo así

-Solo que yo puedo darte algo que él no podía.-dijo casi susurrando.

-No juegues conmigo.

-No estoy jugando-contesto dejando caer su bata. -Ayúdame y seré tuya para siempre.

-Vístete-dije no muy convencido.

Entonces sonrió y fue una de esas sonrisas que solo las mujeres saben sacar, dios sabe de donde, y que son capaces de hacer enloquecer al hombre más templado. Una de esas sonrisas que un hombre jamás podría resistir.

Ella, por supuesto se dio cuenta y decidió jugar su última carta, se acerco tan lentamente que pensé que jamás llegaría a mi lado, tiro de mi camisa hacia ella suavemente. En ese momento supe que ya nada volvería a ser fácil.

Hicimos el amor durante horas. Primero con prisas como si el mundo se estuviera acabando, después despacio sintiendo cada segundo como si durara mil años.

Al acabar me dijo que me fuera con ella que nos iríamos lejos, que jamás nos encontrarían, yo le dije que ya nunca podría separarme de ella, que podía conseguir documentación para los dos y que nos iríamos a Sudamérica.

Se durmió confiada pero yo era incapaz de hacerlo. No sabia muy bien que pasaba por mi cabeza en esos momentos lo único que sabia es que ya nada seria igual. En un momento todo dejo de tener sentido ya para mi. Hasta las prometidas estrellas perdieron fuerza en mi mente. Ya solo estaba ella. Sin embargo...

Me acerque a ella lentamente como hiciera ella hace solo unas horas, que ya parecían un mundo, respire hondo, cerré los ojos...

Un segundo después me había ganado mis estrellas.

Solo que ya no me importaban. Ya nada volvería a importarme nunca.

martes, 20 de septiembre de 2011

¿Cómo estas Ricardo? ¿Te has recuperado ya?

-¿Cómo estas Ricardo? ¿Te has recuperado ya? Creí que no te despertarías nunca. Me vas a decir que has hecho con Silvia. No intentes negarlo, se que la has hecho algo, lo que no se es el que. Tienes que ser tú, lo se. Desde que desapareció se que tú tenias algo que ver. Por eso te he traído aquí, a este sótano, para poder preguntarte sin problemas donde la tienes.

Atado a los apoyabrazos de una silla en lo que parecía ser un edificio abandonado, Ricardo intentaba hacerse una composición de lo que le ocurría. Solo recordaba que salía de trabajar cuando alguien, ataviado con una gorra y unas gafas de sol para ocultar su rostro sin levantar sospechas, le golpeo en la mandíbula dejándolo sin sentido.

-Te ha dolido el puñetazo, ¿verdad Ricardo? Se me da bien pegar, siempre se me ha dado bien, de hecho lo primero que pensé era darte de hostias hasta que confesaras. Porque vas a confesar, te lo aseguro. Pero no voy a pegarte más, no. Hay cosas más efectivas que darte una paliza, te voy a causar tanto dolor que no podrás soportarlo. Para empezar te arrancare las uñas con estos alicates, una a una, con calma.

Ricardo, con los ojos desorbitados vio como su raptor cogía unos alicates y se acercaba lentamente a él hasta sentársele justo enfrente. Despacio, mientras le miraba a los ojos cogió el dedo índice de la mano derecha y con los alicates le arrancaba la uña sin dejar de mirarle a los ojos.

- Dime donde esta y te dejar marchar.

-No se nada, tío. Siento si Silvia a desaparecido pero no se nada te lo juro.

- Tranquilo...aun me quedan nueve dedos más.

-¿Cómo estas Ricardo? ¿Te has recuperado ya? Has aguantado los diez dedos conciente y te desmayas justo al final. Dicen que esto duele mucho, parece ser que es así. No creas que he acabado contigo, aun no me has dicho nada. ¿Ves las ratas? Son una inmensa fuente de dolor bien usadas, de hecho lo han sido desde el principio de los tiempos. Te diré como las vamos a usar. Voy a rajarte la polla un poquito lo justo para que sangre y nuestras amigas vengan a comer. Ya te dije que hablarías.

Ricardo empezó a gritar al sentir el corte en su pene, más que por el dolor que ya de por si era tremendo, porque vio a varias ratas acercarse a él. Temblaba de miedo al sentirlas trepar por sus piernas he intento moverlas para impedirles que llegaran a sus genitales pero fue inútil.

-Dímelo y todo acabara, es así de fácil. No me obligues a hacerte daño de verdad. Ya no vas a salir vivo de aquí y lo sabes, pero hay muchas formas de morir. Si hablas y ella esta bien te rajare el cuello, si no te haré tragar una rata viva, se volverá loca dentro de ti e intentara salir abriéndose paso con sus garras por donde sea. Eso si es dolor.

-¿Cómo estas Ricardo? ¿Te has recuperado ya? Te has vuelto a desmayar. Y mira como te han dejado los genitales, o lo que sea eso que te queda ahí. ¿Dónde esta Silvia?

Ricardo susurro la dirección de una vieja casa abandonada y vio como su torturador salía corriendo del sótano o lo que fuera que sea donde estaban pero él sabía que lo peor estaba aun por llegar. Porque estaba seguro que volvería.

Miguel llego de nuevo al sótano donde tenía a Ricardo, su mejor amigo, al menos hasta ahora. Siempre supo que estaba enamorado de Silvia pero no que fuera ese monstruo, no podía creer que lo que se encontró al llegar a la casa que le había dicho Ricardo.

-¡Hijo de puta! ¿Qué las has hecho? ¿Cuántas había?

-Hay muchas- respondió Ricardo en un tono frío, helado- Veo que las has visto, Silvia también las vio. Se asusto mucho, pero pese a todo fue la que más me hizo disfrutar. No eres el único que sabe como causar dolor, ya lo has visto. Por cierto,¿quieres saber cuales fueron sus últimas palabras?

“Estoy embarazada”

Y empezó a reírse, incluso mientras Miguel se acercaba a él con una rata cogida por el rabo ya sin rastro de vida ni humanidad en sus ojos.

Y siguió riéndose incluso cuando la rata buscaba desesperadamente una salida de su estomago. Hasta que sus risas se tornaron en gritos de dolor.

Ernesto reconoció enseguida al novio de una de aquellas chicas fueron secuestradas, violadas, torturadas y finalmente asesinadas hacía un año más o menos. Cuando las encontraron por una llamada anónima, fue la noticia del año y él tubo que hacer un trabajo sobre la noticia en la facultad de periodismo.

Lo último que recordaba fue al novio acercándose a él y darle un puñetazo en plena mandíbula. Al despertarse vio todos aquellos cadáveres, algunos reconocibles y estos eran todos de chicos de su edad más o menos.

De pronto recordó que el asesino de las chicas nunca fue encontrado, enseguida sospecho que ya sabía que le paso en cuanto el otro empezó a hablar.

-¿Cómo estas Ricardo? ¿Te has recuperado ya? Creí que no te despertarías nunca. Me vas a decir que has hecho con Silvia...