martes, 15 de noviembre de 2011

Cita con los fantasmas

Todas las noches, puntuales a su cita, acudian los fantasmas. Normalmente esperaban a que estuviera dormido, pero en algunas ocasiones, como esta noche, llegaban cuando todavía estaba despierto.

El podía recordar a cada uno de eso fantasmas, quizá no podía darles un nombre, de hecho de la mayoría nunca lo supo, pero si ponerles fecha, lugar, modo y sobre todo el precio de su muerte. Al fin y al cabo lo único que no cambiaba era que él siempre estaba allí. Esa era su maldición.

Lo peor eran aquellos que le hablaban, parecían tan reales que a veces creyó verlos de verdad. Le decían que por qué ellos, que eran inocentes, que no habían echo nada.

Y sus caras. Sus expresiones. La mayoría eran de miedo de incomprensión, estupefactas. Cierto es que también las había tranquilas, serenas, de una resignación profesional de quien sabe desde el principio a que juego están jugando y conoce las reglas. Lo malo es que estas últimas eran las menos. Las demás son las que le privaban del sueño en muchas noches.

Esta iba a ser una e ellas pues, aunque estaba aun despierto, no creía ya posible poder dormir esta noche. Acababa de llegar a casa hacía apenas unos minutos, tiempo suficiente par quitarse la ropa mojada, servirse un whisky y asomase a la ventana a contemplar como las gotas de lluvia cegaban la ventana hasta volverla opaca. Allí en el reflejo del cristal, tras su rostro vio reflejado el de todos y cada uno de sus objetivos, convertidos ahora en los persistentes fantasmas que todas las noches, excepto en las que su trabajo le mantenía alerta, acudían a su mente.

En ocasiones el whisky les hacía desaparecer, al menos momentáneamente, pero esa noche no podría ser así pues tenia trabajo que hacer.

Se sentó frente al ordenador e introdujo el Cd en el lector. Repaso las claves encriptadas cuya secuencia descifraba un programa informático siguiendo unos parámetros que sacaba de los anuncios clasificados del periódico local. En la sección de coches usados venían una serie de anuncios determinados, de los que debía extraer los números de teléfonf y las letras de la quinta palabra.

Una vez extraídos los datos del Cd, supo que iba a necesitar mucho whisky para alejar aquellos fantasmas que este trabajo iba a traer todas las noches puntuales a su cita.



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Siempre había odiado esos momentos, todos le parecían iguales daba igual el lugar o la situación. Estar detrás de una mira telescópica, dentro de un coche o como ahora sentado en el sillón del salón, le daba lo mismo, era siempre igual, esperar a su objetivo nunca era fácil. Al principio dedicaba esos momentos a repasar una y otra vez el plan, la huida y sobre todo a recordar que tenia que limpiar para borrar sus pistas. No volvería a cometer otro error como en Portugal.

Ya hacia unos años de aquello recordó pero todavía se le erizaba la piel al pensar que cerca estuvo de perderlo todo.

Era su segundo trabajo y cometió dos errores gravísimos.

El primero e imperdonable fue no deshacerse del arma, nunca mas le volvió a pasar, de hecho ahora incluso le cambiaba el percutor y les hacia unas muescas en el ánima para así evitar que le puedan rastrear el arma, que aunque su contacto le aseguro siempre que estaba limpia él nunca se fio del todo, al fin y al cabo era su vida la que estaba en juego.

El segundo y a la postre definitivo fue circular demasiado deprisa, lo que motivo que le pararan una pareja de guardias de trafico del GRS y le mostraran una grabación de la cámara del coche patrulla en el que salía conduciendo a una velocidad de 180 Km/h. Lo que los guardias pidieron por ahorra tramites fue dinero al contado y la cinta seria convenientemente borrada. Entonces les dijo que de acuerdo y que tenia la cartera en el maletero.

Al salir les disparo a los dos tan rápido que cuando el segundo vio caer a su compañero él mismo ya había sido alcanzado. Luego quemo ambos coches dejo allí la pistola volvió andando hasta la ciudad mas próxima cogió un autobús a Salamanca y nunca mas volvió a Portugal.
Lo más curioso era que esos dos GRS nunca se le aparecían por las noches, siempre les considero como si fuera combatientes enemigos o como mucho daños colaterales a los que su avaricia perdió, no como los cuerpos sin vida que esa noche le rodeaban.




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-¿Te manda Cisneros verdad?-pregunto ella con una voz admirablemente serena teniendo en cuenta la situación

Llegaba tarde del trabajo pero hoy sí merecía la pena el retraso, acababa de contrastar su información, como toda buena periodista y estaba contenta. Muy contenta. Ese seria el espaldarazo definitivo en su carrera. No se trataba de un caso de corrupción urbanística más. No. Esto iba mas allá, se trataba de algo realmente serio.




Un alcalde mezclado con auténticos mafiosos. Un alcalde mezclado en delitos de toda índole, incluso asesinatos. Algo muy serio que le llego por puro azar un amigo suyo de la infancia, un policía que le puso en la pista cuando a él le apartaron de un caso de asesinato al llegar hasta el propio alcalde. Quiso seguir con ello y entonces fue cuando le llego el cambio de destino, a la embajada de Perú. Alto y claro. Ningún policía volvió sobre le tema y el caso fue poco a poco quedándose apartado. Hay fue cuando apareció ella, su amigo le advirtió que se andará con cuidado y así lo hizo. Al menos eso creía ella. Nada mas abrir la puerta de su casa se dio cuenta que estaba muy equivocada.

-La verdad es que no se quien es ese tipo. -Respondió el a la vez que la apuntaba entre los ojos.
Y era cierto nunca sabia quien le contrataba ni porqué pero en esa ocasión le hubiera gustado saber por que a ella. Y sobre todo por que no solo ella.



El encargo le llego con toda la información ya obtenida algo rápido cuatro objetivos y todos en una noche, en una sola casa.



Y fue muy fácil, todo sea dicho de paso, solo tubo que llamar a la puerta.

-¿Quién es? –pregunto una voz masculina detrás de la puerta.
-¿Ricardo Sáez?
-Si.
-Policía me puede abrir por favor-dijo el asesino mostrando una placa falsa pero perfectamente falsificada.
-¿Ocurre algo oficial?-dijo Ricardo mientras habría la puerta.
-Nada grave no se preocupe, ¿puedo pasar?
- Si claro

Ricardo cerró la puerta tras el hombre del traje oscuro al que creía un policía.
El asesino espero a que cerrara la puerta del todo y entonces disparo sin mas, profesionalmente, un disparo en la cabeza y dos mas en el corazón. Esa era la parte fácil.
Al llevar silenciador no pensó que nadie le oiría, pero se equivoco. Detrás de el estaba una niña de apenas cinco o seis años.

-No tienes cara de malo –dijo la niña.
El sonrió – ¿Por que piensas que soy malo?
-Tienes una pistola.
-Tienes razón soy el malo.-Entonces disparo a la niña como le habían encargado.

Después busco por la casa hasta que vio la cuna. Esta vez no se atrevió a mirar. Disparo solo una vez.
Luego desconectó la electricidad y se sentó en un sillón enfrente de la puerta y espero.



-Seguro que es ese hijo de puta de Cisneros, lo mío lo entiendo pero porque a los niños y a Ricardo, no, no era necesario.-Hay ya no aguanto mas y se puso a llorar.



-Yo tampoco lo entiendo si te vale de algo-respondió-pero así son las cosa. Te veré una de estas noches. A ti y tu hija. Sobre todo a tu hija.
Al instante disparo. Como el profesional que era y que odiaba ser.




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Se quito los zapatos apenas entro en casa y se dirigió a la ventana del salón mientras tiraba la chaqueta y se quitaba la corbata. Llovía, llevaba lloviendo toda la semana. Se quedo allí mirando a través de la ventana esperando.
-No tienes cara de malo.-escucho a su espalda
-Te estaba esperando. Al fin y al cabo nadie puede huir de sus propios fantasmas.





sábado, 15 de octubre de 2011

Lágrimas de una guitarra

Llevaban una media hora dentro del coche hablando, envueltos en las notas de la cuidada selección de baladas de rock que él había seleccionado cuidadosamente. Ella lo considero un gesto cuando menos simpático pero del todo innecesario. A ella le bastaba con mirarle a los ojos, esos precioso ojos color caramelo que la ensimismaban, con oír su calida voz y con la sensación que sentía al notar sus poderosos brazos al sujetarla.

Pero de repente algo capto su atención y le obligo a desviar su mirada hacia el reproductor de cd como si al mirarlo pudiera ver la música.

-¿Qué canción es? Me encanta.

- “Still Got the Blues”. De Gary Moore.

- Es increíble.

-¿Verdad que ? Es mi balada favorita. Hay otras muy buenas como “Wind of Change” de Scorpions ó “Starway to Heaven” de Led Zeppelin y algunas otras, pero esta es la que más me gusta. ¿Y sabes porque? Por que es el único que hace llorar a la guitarra. Escucha el solo final, dos de los mejores minutos de la historia del Blues, a menos en mi opinión.

Ella se quedo escuchando el final de la canción y era cierto, cada nota era una lagrima derramada por esa guitarra que emitía ese sonido tan embriagador. Entonces ocurrió, por fin, el se acerco lentamente a ella y le beso, un beso largo, el que tanto había soñado ella, envueltos en las lagrimas de una guitarra.

Aquel sería su primer beso, el mejor momento de su vida, recordaba ella ahora, tantos años después. Y como se sintió esa noche con él mientras hacían el amor tan apasionadamente como dos personas pueden hacerlo. Era tan cariñoso, tan atento, tan generoso, tan fuerte…

Por eso allí tumbada la costaba tanto recordar cuando todo cambio. Los besos por insultos, las caricias por golpes, la ternura por agresiones y su vida por un infierno. Allí en la camilla de aquella ambulancia donde el cuerpo ya no le respondía y solo podía oír las voces de los sanitarios intentando reanimarla.

Sabía que era inútil, de hecho si su cuerpo respondiera, o si tan solo pudiera hablar les diría que pararan, que ya no podían hacer nada, que esta paliza ya era definitiva y que el hombre que había jurado protegerla y amarla ya lo había conseguido, ya la había matado.

Y allí, en su ultimo lecho, recordó la canción y sonrío para si misma, había algo que él no pudo arrebatarle y era el poder irse de este mundo entre las notas mágicas del gran Gary Moore.

Y morirse envuelta en las lágrimas de una guitarra.

viernes, 23 de septiembre de 2011

Estrellas

Ese debía ser mi bautismo de fuego. Llevaba toda mi vida preparándome para ese momento, incluso llego a convertirse en una obsesión, pero el momento había llegado. Al fin.

Además el objetivo era importante, no tanto por su posición o por el beneficio que mis jefes, permítanme que no revele quienes eran, iban a obtener, sino por una cuestión de reputación.

Se trataba de una chica que había trabajado en uno de nuestros clubes y escapo hará unos cinco años embaucando a un idiota, estaba loco por ella. La orden fue tajante desde arriba, cogerles y matarles. Además debía hacerse público, lo quiere decir que los cuerpos debían aparecer. Así nadie volvería a intentarlo.

A él le cogimos apenas día y medio después cuando salía de su propia casa. Fue muy fácil, teníamos su matrícula, y si tienen ustedes en cuenta que parte de nuestro negocio era localizar coches de lujo por si surgía una oferta saber donde encontrarles, imagínense lo que pudo costarnos. La verdad es que el pobre estaba destrozado cuando dimos con él, recuerdo que nos dijo que ya todo le daba igual, que ella se había ido y que ya no podíamos hacerle mas daño. Dejémoslo en que estaba muy equivocado.

A ella en cambio parecía que la tierra se le hubiera tragado, pues no hubo forma de encontrarla por más que movilizamos a toda nuestra gente, policía incluida, pero todo fue inútil.

Hasta hace unos días.

-Recuerdas a Irina la que escapo del "Venus"-me dijo mi capitán (así llamábamos a nuestros jefes directos).

-Si, claro- respondí.

-Toma, la hemos encontrado, esta es su dirección, ahora se hace llamar Anna. Te hemos conseguido un coche, le hemos cambiado las placas y el número de bastidor. Toma también esta pipa, está limpia. Recuerda que debe ser público, deja a la chica en el coche con la pipa, no podrán encontrar nada. Recuerda, eso si, limpiar bien todas las huellas. Si lo haces bien tendrás estrellas. ¿Podrás hacerlo?

-Dalo por hecho, puedes confiar en mí.-dije muy seguro

-Mas te vale o serás tu quien ocupe su lugar-dijo mi capitán dándose la vuelta y saliendo de la habitación.

Estrellas. Llevar estrellas tatuadas en los hombros. Ser uno de ellos por derecho. No tener nunca más que bajar la cabeza ante nadie. En una palabra, tener su respeto. Mi sueño desde niño, el objetivo de toda mi vida.

Llegue de madrugada a su casa y decidí esperar, no había dormido en toda la noche pero me dio igual. Estrellas. Desde que mi capitán pronunciará aquellas palabras yo había entrado en un estado de excitación permanente, así que no había peligro de quedarme dormido.

Irina. Mientras conducía hacia su casa empecé a recordar algo de ella. Le había dicho a mi capitán que sí la recordaba y no era del todo cierto. Claro que recordaba el asunto pero en cambio no recordaba bien como era, al menos no en ese momento.La recordaba alta y muy rubia y estaba seguro de poder reconocerla pero no hubiera podido describirla, ustedes ya me entienden. Lo que si recordaba es que una vez me acoste con ella; algo que por otro lado era habitual, los jefes las usaban para recompensar a la los hombres que lo merecíamos por algún trabajo, eso si no podíamos pegarlas ni marcarlas, pues si no no podrían trabajar. A mi eso era algo que no me importaba, no son esa clase de juegos los que me van, pero sí a algunos de los chicos que llegaban a rehusar los servicios por no ser capaces de contenerse.

Amaneció pronto y empecé a impacientarme, tocaba la culata de la pistola, una beretta 9mm con silenciador, para sentirme más seguro, mientras tarareaba las canciones que sonaban en la radio.

De pronto vi movimiento en la casa, el corazón empezó a latir con tanta fuerza que temí que pudiera salírseme, respire hondo varias veces y logre tranquilizarme un poco. Salí del coche y me fui acercando a la casa mientras no dejaba decirme "tranquilo, respira". La verdad es que no sabia muy bien como hacerlo, pero pensé que seria mejor actuar sobre la marcha.

-Sabia que algún día pasaría-me dijo ella nada mas abrir la puerta. Y les juro que lo dijo tan serena que me quede sin saber que hacer.

-¿Sabes quien soy?-pregunte mas que nada por decir algo, pues ya sabia la respuesta.

-Si me acuerdo de ti, siempre fuiste bueno conmigo-respondió.

¡Que huevos tiene!, pensé. Se queda hay como si esto no fuera con ella y encima me dice que fui bueno con ella. Ya hay que tener huevos.

Saque la pistola y la encañone.-Entra en la casa-dije.

-¿No me vas a dar una oportunidad? Te prometo que esta vez desapareceré para siempre, nadie se enterara.

-Me temo que no es posible-la aclare-deben encontrar tu cuerpo.

-Entiendo, como hicisteis con Rafael.

-Si, algo así

-Solo que yo puedo darte algo que él no podía.-dijo casi susurrando.

-No juegues conmigo.

-No estoy jugando-contesto dejando caer su bata. -Ayúdame y seré tuya para siempre.

-Vístete-dije no muy convencido.

Entonces sonrió y fue una de esas sonrisas que solo las mujeres saben sacar, dios sabe de donde, y que son capaces de hacer enloquecer al hombre más templado. Una de esas sonrisas que un hombre jamás podría resistir.

Ella, por supuesto se dio cuenta y decidió jugar su última carta, se acerco tan lentamente que pensé que jamás llegaría a mi lado, tiro de mi camisa hacia ella suavemente. En ese momento supe que ya nada volvería a ser fácil.

Hicimos el amor durante horas. Primero con prisas como si el mundo se estuviera acabando, después despacio sintiendo cada segundo como si durara mil años.

Al acabar me dijo que me fuera con ella que nos iríamos lejos, que jamás nos encontrarían, yo le dije que ya nunca podría separarme de ella, que podía conseguir documentación para los dos y que nos iríamos a Sudamérica.

Se durmió confiada pero yo era incapaz de hacerlo. No sabia muy bien que pasaba por mi cabeza en esos momentos lo único que sabia es que ya nada seria igual. En un momento todo dejo de tener sentido ya para mi. Hasta las prometidas estrellas perdieron fuerza en mi mente. Ya solo estaba ella. Sin embargo...

Me acerque a ella lentamente como hiciera ella hace solo unas horas, que ya parecían un mundo, respire hondo, cerré los ojos...

Un segundo después me había ganado mis estrellas.

Solo que ya no me importaban. Ya nada volvería a importarme nunca.

martes, 20 de septiembre de 2011

¿Cómo estas Ricardo? ¿Te has recuperado ya?

-¿Cómo estas Ricardo? ¿Te has recuperado ya? Creí que no te despertarías nunca. Me vas a decir que has hecho con Silvia. No intentes negarlo, se que la has hecho algo, lo que no se es el que. Tienes que ser tú, lo se. Desde que desapareció se que tú tenias algo que ver. Por eso te he traído aquí, a este sótano, para poder preguntarte sin problemas donde la tienes.

Atado a los apoyabrazos de una silla en lo que parecía ser un edificio abandonado, Ricardo intentaba hacerse una composición de lo que le ocurría. Solo recordaba que salía de trabajar cuando alguien, ataviado con una gorra y unas gafas de sol para ocultar su rostro sin levantar sospechas, le golpeo en la mandíbula dejándolo sin sentido.

-Te ha dolido el puñetazo, ¿verdad Ricardo? Se me da bien pegar, siempre se me ha dado bien, de hecho lo primero que pensé era darte de hostias hasta que confesaras. Porque vas a confesar, te lo aseguro. Pero no voy a pegarte más, no. Hay cosas más efectivas que darte una paliza, te voy a causar tanto dolor que no podrás soportarlo. Para empezar te arrancare las uñas con estos alicates, una a una, con calma.

Ricardo, con los ojos desorbitados vio como su raptor cogía unos alicates y se acercaba lentamente a él hasta sentársele justo enfrente. Despacio, mientras le miraba a los ojos cogió el dedo índice de la mano derecha y con los alicates le arrancaba la uña sin dejar de mirarle a los ojos.

- Dime donde esta y te dejar marchar.

-No se nada, tío. Siento si Silvia a desaparecido pero no se nada te lo juro.

- Tranquilo...aun me quedan nueve dedos más.

-¿Cómo estas Ricardo? ¿Te has recuperado ya? Has aguantado los diez dedos conciente y te desmayas justo al final. Dicen que esto duele mucho, parece ser que es así. No creas que he acabado contigo, aun no me has dicho nada. ¿Ves las ratas? Son una inmensa fuente de dolor bien usadas, de hecho lo han sido desde el principio de los tiempos. Te diré como las vamos a usar. Voy a rajarte la polla un poquito lo justo para que sangre y nuestras amigas vengan a comer. Ya te dije que hablarías.

Ricardo empezó a gritar al sentir el corte en su pene, más que por el dolor que ya de por si era tremendo, porque vio a varias ratas acercarse a él. Temblaba de miedo al sentirlas trepar por sus piernas he intento moverlas para impedirles que llegaran a sus genitales pero fue inútil.

-Dímelo y todo acabara, es así de fácil. No me obligues a hacerte daño de verdad. Ya no vas a salir vivo de aquí y lo sabes, pero hay muchas formas de morir. Si hablas y ella esta bien te rajare el cuello, si no te haré tragar una rata viva, se volverá loca dentro de ti e intentara salir abriéndose paso con sus garras por donde sea. Eso si es dolor.

-¿Cómo estas Ricardo? ¿Te has recuperado ya? Te has vuelto a desmayar. Y mira como te han dejado los genitales, o lo que sea eso que te queda ahí. ¿Dónde esta Silvia?

Ricardo susurro la dirección de una vieja casa abandonada y vio como su torturador salía corriendo del sótano o lo que fuera que sea donde estaban pero él sabía que lo peor estaba aun por llegar. Porque estaba seguro que volvería.

Miguel llego de nuevo al sótano donde tenía a Ricardo, su mejor amigo, al menos hasta ahora. Siempre supo que estaba enamorado de Silvia pero no que fuera ese monstruo, no podía creer que lo que se encontró al llegar a la casa que le había dicho Ricardo.

-¡Hijo de puta! ¿Qué las has hecho? ¿Cuántas había?

-Hay muchas- respondió Ricardo en un tono frío, helado- Veo que las has visto, Silvia también las vio. Se asusto mucho, pero pese a todo fue la que más me hizo disfrutar. No eres el único que sabe como causar dolor, ya lo has visto. Por cierto,¿quieres saber cuales fueron sus últimas palabras?

“Estoy embarazada”

Y empezó a reírse, incluso mientras Miguel se acercaba a él con una rata cogida por el rabo ya sin rastro de vida ni humanidad en sus ojos.

Y siguió riéndose incluso cuando la rata buscaba desesperadamente una salida de su estomago. Hasta que sus risas se tornaron en gritos de dolor.

Ernesto reconoció enseguida al novio de una de aquellas chicas fueron secuestradas, violadas, torturadas y finalmente asesinadas hacía un año más o menos. Cuando las encontraron por una llamada anónima, fue la noticia del año y él tubo que hacer un trabajo sobre la noticia en la facultad de periodismo.

Lo último que recordaba fue al novio acercándose a él y darle un puñetazo en plena mandíbula. Al despertarse vio todos aquellos cadáveres, algunos reconocibles y estos eran todos de chicos de su edad más o menos.

De pronto recordó que el asesino de las chicas nunca fue encontrado, enseguida sospecho que ya sabía que le paso en cuanto el otro empezó a hablar.

-¿Cómo estas Ricardo? ¿Te has recuperado ya? Creí que no te despertarías nunca. Me vas a decir que has hecho con Silvia...