viernes, 13 de febrero de 2015

Recuerdos de una noche

El frío de las baldosas bajo sus pies descalzos contrastaba con el calor que desprendía de la taza de café que sostenía en sus manos. La sonrisa no se la había borrado de su rostro desde que volvió a casa.

Era imposible que se le borrara pues en su cabeza no hacían más que repetirse las imágenes de las últimas doce horas. De la noche que acababa de pasar.

Estaba muy lejos de imaginar la gran noche que estaba a punto de pasar cuando entro a tomar una copa en aquel bar. Ya estaba a punto de salir cuando ella entro, se sentó en una banqueta al otro lado de la barra y pidió un gin tonic. El resto fue fácil, era su juego y sabía moverse como nadie en él.

Sonrisa encantadora, un cruce de miradas que parecía casual, después el se acerco, se sentó a su lado hablaron, rieron, bebieron más copas y salieron juntos del bar.

-Una copa más en mi casa- le dijo, ella bajo la cabeza entre pensativa y coqueta y como sorprendiéndose a si misma le contesto con un gesto afirmativo.
-Solo una, ¿de acuerdo?
-Claro

La sonrisa se le acentuó al recordar la breve conversación a la salida del local y ese momento en que los dos sabían que iba a pasar. O eso creían.

Dejo la taza vacía en la mesa de la cocina y caminado muy despacio se dirigió al garaje sin que su sonrisa se borrara.

Llegaron al chalet que tenia en una urbanización cercana a la ciudad, y fueron directos al sofá del salón. Mientras preparaba dos copas y ponía algo de música la observaba de reojo, era preciosa, una autentica alhaja.

-         ¡Strangers in the night!- Exclamo- me encanta.
El la atrajo hacia si sabiendo que ya estaba rendida a él.

Suavemente la condujo hasta la habitación mientras la voz de Sinatra se perdía poco a poco.

Recordaba como si fuera ese mismo instante el tacto de su piel al rozarla con sus dedos, el sabor amargo del gin tonic en su boca al besarla, la forma de sus caderas cuando ella empezó a levantarse el vestido…

Entraba en el garaje y su sonrisa ya era plena llevaba en la mano un pequeño recuerdo de ella que le había quitado sin que se diera cuenta “para recordarla” se decía a si mismo.

Al despertar le convenció para que dieran un paseo por un bosquecito cercano, le llevaría a un lugar que siempre seria especial para ellos. También allí podría recordarla cuando quisiera.

Una vez entro en el garaje bajo a la bodega y en ella abrió un armario medio oculto a la vista.

En el dejo la pala y puso la cabeza de la chica junto a las demás.