El frío de
las baldosas bajo sus pies descalzos contrastaba con el calor que desprendía de
la taza de café que sostenía en sus manos. La sonrisa no se la había borrado de
su rostro desde que volvió a casa.
Era
imposible que se le borrara pues en su cabeza no hacían más que repetirse las
imágenes de las últimas doce horas. De la noche que acababa de pasar.
Estaba muy
lejos de imaginar la gran noche que estaba a punto de pasar cuando entro a
tomar una copa en aquel bar. Ya estaba a punto de salir cuando ella entro, se
sentó en una banqueta al otro lado de la barra y pidió un gin tonic. El resto
fue fácil, era su juego y sabía moverse como nadie en él.
Sonrisa
encantadora, un cruce de miradas que parecía casual, después el se acerco, se
sentó a su lado hablaron, rieron, bebieron más copas y salieron juntos del bar.
-Una copa
más en mi casa- le dijo, ella bajo la cabeza entre pensativa y coqueta y como
sorprendiéndose a si misma le contesto con un gesto afirmativo.
-Solo una,
¿de acuerdo?
-Claro
La sonrisa
se le acentuó al recordar la breve conversación a la salida del local y ese
momento en que los dos sabían que iba a pasar. O eso creían.
Dejo la
taza vacía en la mesa de la cocina y caminado muy despacio se dirigió al garaje
sin que su sonrisa se borrara.
Llegaron al
chalet que tenia en una urbanización cercana a la ciudad, y fueron directos al
sofá del salón. Mientras preparaba dos copas y ponía algo de música la
observaba de reojo, era preciosa, una autentica alhaja.
-
¡Strangers
in the night!- Exclamo- me encanta.
El la atrajo hacia si sabiendo que ya estaba rendida a él.
Suavemente la condujo hasta la habitación mientras la voz de
Sinatra se perdía poco a poco.
Recordaba como si fuera ese mismo instante el tacto de su
piel al rozarla con sus dedos, el sabor amargo del gin tonic en su boca al
besarla, la forma de sus caderas cuando ella empezó a levantarse el vestido…
Entraba en el garaje y su sonrisa ya era plena llevaba en la
mano un pequeño recuerdo de ella que le había quitado sin que se diera cuenta
“para recordarla” se decía a si mismo.
Al despertar le convenció para que dieran un paseo por un
bosquecito cercano, le llevaría a un lugar que siempre seria especial para
ellos. También allí podría recordarla cuando quisiera.
Una vez entro en el garaje bajo a la bodega y en ella abrió
un armario medio oculto a la vista.
En el dejo la pala y puso la cabeza de la chica junto a las
demás.
No hay comentarios:
Publicar un comentario